Parroquia Cristo Rey, +52 686 561 0182, Río San Miguel, González Ortega, 21397 Mexicali, B C., México


Es algo placentero que una persona conozca la fecha de su cumpleaños; pero en el momento en que la gente no están seguras de la fecha precisa de sus cumpleaños, no de ahí que infieren que no están vivas. Si una persona no sabe cuándo fue convertida, esa no es prueba de que no sea convertido. les ruego que no pospongan la búsqueda del Señor; eso sería una enorme presunción de parte suya, y una triste provocación a Él.

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Entre más profundamente se hunda un hombre en el pecado, menos va a reconocer que sea pecado. Igual que un hombre que consume opio, el pecador adquiere el poder de consumir mayores y superiores dosis de pecado, hasta el punto de que aquella dosis que mataría a otros cien hombres tiene tan sólo un ligero efecto en .

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¿Qué más cree usted que Dios puede llevar a cabo por usted, o por cualquier otra persona, que repudia a Su Hijo? Él retornaría otra vez en este momento y moriría otra vez, si esa fuera la manera de salvarle a usted solofrases.org. No es un asunto de poca importancia el negar el obsequio del amor de Dios, que Él le está ofertando a usted. » espero ser salvo», -dice alguien- «pero desconozco la fecha de mi conversión».

El pecado, como la enfermedad, opera para debilitar al hombre. La energía ética es averiada al grado que ya prácticamente no existe en ciertos hombres. El principio de integridad y la resolución para entrenar ambientadorescaseros.com la virtud, en los que radica verdaderamente la verdadera fortaleza del hombre, son socavados y minados por la maldad.

Es una patología pues trastorna todo el sistema del hombre. Coloca a las facultades inferiores en un espacio más alto, ya que provoca que el cuerpo rija al alma. El hombre debe montar en el caballo; pero, en el pecador, el caballo monta en el hombre. La cabeza debe sostener bajo control los instintos y las inclinaciones animales; pero, en varios hombres, lo animal aplasta a lo mental y a lo espiritual. El pecado es una patología ya que no es fundamental a la condición humana, ni es una sección integral de la naturaleza humana según fue construída por Dios.

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Pero, si la hubieren pospuesto, no dejen que el demonio les afirme que es demasiado tarde. He leído en ciertos libros que muy pocas personas son convertidas tras haber cumplido los cuarenta años de edad. Mi convicción solemne es que tal afirmación contiene muy poca verdad. He visto a tantas personas convertidas a una determinada edad como a cualquier otra, en proporción al número de personas vivas a esa edad. El pecado aplastó el alma del hombre; estaba exánime y abatido, pero en el momento en que creyó en Jesús brincó a la luz. Frecuentemente tienen la posibilidad de ver un cambio en el simple aspecto del rostro del hombre; la nube se disipa de su semblante en el momento en que la culpa desaparece de la conciencia. Si no los hiciera en efecto hombres buenos, no haría nada por ellos, pues los hombres deben ser juzgados, tras todo, por sus frutos; y si los frutos no son cambiados, el árbol no ha sido cambiado.

Un hombre que miente con facilidad, difícilmente está siendo consciente de la degradación moral implicada en ser un mentiroso, aunque podría considerar como algo vergonzoso ser llamado de esta manera. Entre los peores puntos de esta enfermedad del pecado, es que sume al entendimiento en un estupor y causa una parálisis de la conciencia.

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El pecado es como un fluído misterio de sangre, que despoja a las partes vitales de su fundamental nutrimento. ¡Cuán cercano a la desaparición está incluso el poder de discernir entre el bien y el mal en algunos hombres! El apóstol nos dice que en el momento en que éramos enclenques, Cristo a su tiempo murió por los impíos; y esta debilidad es el resultado directo de la patología del pecado, que ha desgastado nuestra condición humana total.

Si digo de un cierto ungüento que sana, no niego que necesiten unas vendas con las que puedan aplicarlo a la herida. La fe es el lino que sostiene el emplasto de la reconciliación de Cristo contra la llaga de nuestro pecado. De la misma forma, la fe no sana; esa es la obra de la expiación de Cristo. Prontísimo, el pecado causará seguramente mal, igual que otras enfermedades de las que la carne es heredera; y en el momento en que llega su despertar, ¡de qué forma se sobresalta! La conciencia despertará un día, y va a llenar de alarma y turbación al alma culpable, si no en este mundo, precisamente en el planeta venidero. Entonces se va a ver qué cosa tan terrible es ofender en oposición a la ley del Señor.

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